miércoles, 17 de septiembre de 2008

En la cola de la cultura

A entradas a precios populares, esperas populares.

El Teatro Leal abre las puertas y de qué manera. Después de tanto tiempo y tras tal expectación los comienzos no pueden ser más vergonzosos.
Es miércoles, media mañana. Me dirijo hacia las taquillas del teatro lagunero que mañana abre sus puertas, tras largos años de restauración. Una cola asombrosa se encuentra ocupando el ancho de la calle Carrera. Cuál es mi asombro al ver dos colas, Una, en filia india, aparentemente más estructurada. La otra, al lado derecho, formada por un gran grupo de gente colocada de forma irregular. ¿Cuál es la cola dónde debo esperar pacientemente –no queda otra- mi turno? La de la izquierda –me contestan- ya que la de la derecha es para la gente que acudió ayer. Ese grupo de gente desordenado había hecho cola el día anterior, día que se ponían a la venta las entradas, para nada, ya que por un problema con la imprenta no estaban las entradas disponibles. ¡A dos días de su inauguración no había entradas!
En la puerta del teatro un trabajador con folios en las manos iba llamando por nombres y apellidos a aquellos que habían aguardado el día anterior. Lentamente, una persona cada diez minutos aproximadamente, iba desapareciendo de la cola irregular, formada por algo más de 40 personas. Así que la cola en la que yo me encontraba no se movía un ápice. Los nervios de la gente se iban exaltando por la tardanza de ese grupo, al que se iba uniendo nueva gente a cada minuto que pasaba. El trabajador que con sus folios en las manos soportaba las críticas, gritaba al público que sus quejas, realizadas dónde debiera-en el ayuntamiento, en este caso- ayudarían a todos, él incluido. Otra de las grandes noticias que el trabajador dio al público fue que para el próximo día 18, día de la inauguración, no se vendían entradas, sólo se puede acudir con invitación. Esta información no aparece en el programa ni en ningún otro lugar. Así que tras conocer esta nueva ¿buena? el volumen disminuye bastante.
El aire fresco de La Laguna y el cielo gris iban oscureciendo el ánimo del populacho que esperaba. Esperaban para comprar entradas a precios populares, de cantidades de 5 y 10 euros, dependiendo de la colocación de la butaca. Tras una hora y media en la cola, el amable trabajador invita a la gente a entrar en el hall del teatro para que no se mojen, ya que empezaban a caer gotas sobre los rostros impacientes. Dentro, en el hall, la gente está más entretenida, ya que puede observar las pinturas y los distintos objetos que decoran el espacio. Por supuesto, no dejan de oírse taladros y verse trabajadores poniendo todo a punto. Al fondo de la ya única fila, se vislumbra la “taquilla”, pequeña habitación si ventanas al exterior, en la que hay tres jóvenes. Mientras me voy acercando al fin tan esperado descubro estupefacta que sólo una de esas tres chicas es la que vende las entradas, de una manera un tanto básica, rudimentaria, tercermundista incluso. Según las informaciones, se les había estropeado el sistema informática, por lo que una de ellas, es la que vende las entradas, con unos folios con el plano del teatro. Tras decirle el día que quiero acudir coge el folio correspondiente y me enseña los asientos que puedo elegir. Luego, maraca con una X en el folio los que yo he elegido. Tras esta elección, que tarda muy poco por mi cuenta, la segunda de las trabajadoras busca las entradas en las distintas bolsas de cartón esparcidas por el suelo, y las corta. Después de tantas horas encargada de tan ardua misión la joven se confunde de asiento elegido, pero, la primera de las chicas observa a su compañera y la corrige antes del fatal corte. Y no olvido a la tercera, que me cobra. ¡Todo un trabajo en equipo!
Después de algo más de dos horas y media me marcho a casa con las entradas en el bolsillo. Sólo espero que cuando llegue ese día al teatro mis sitios no estén ocupados por otras personas o que no exista esa fila elegida.

--Muchos se preguntarán porqué no compré esas entradas por Internet, bien, porque aún el teatro no cuenta con este servicio tan moderno. --

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