Vivía dentro de una burbuja

--Sólo necesitaba un soplo de aire para darle vida, el mismo soplo que podía romperla.--
Ella había decidido vivir dentro de una burbuja. Cuando conseguía el aire suficiente para volar, era feliz y conseguía disfrutar de las vistas.
Era el único lugar habitable que conocía, el mismo lugar que en ocasiones se volvía inhóspito.
Cuando era habitable, la burbuja transformaba su casi etéreo material en un material de una naturaleza indestructible. Pero esa

transformación, ese cambio de naturaleza, podía cambiar si se sucedían demasiados días grises, demasiados días vacíos, o si los seres volátiles

-aquellos que hacían a la burbuja más habitable- estaban alejados durante demasiado tiempo.

Ahora que se le sucedían los días grises la burbuja ha vuelto a ser del frágil material etéreo, ha variado su tamaño, y al volverse más pequeña respirar dentro de ella resulta costoso. La posición que ocupa ella dentro es tan agobiante que le gustaría tomar el poco aire que hay dentro para romperla de un golpe y respirar con naturalidad. El único problema es que ella no sabría vivir fuera de la burbuja y, tal vez, debería aprender a hacerlo.

Poco a poco va perdiendo el sentido... -demasiados suspiros para tan poco oxígeno-.

Los otros seres volátiles creen oír su respiración entrecortada. Comienzan a soplar. Poco a poco parece que la burbuja no se desvanece. Poco a poco retoma altura, la altura suficiente para poder volver a disfrutar de las vistas.